viernes, 16 de julio de 2010

Sobre la mentira




La concepción que la mayoría de los mortales tenemos sobre la mentira, se basa en su condición de ser ajena a uno. Y, si bien sabemos que a veces las peores mentiras nacen bien adentro de uno mismo, en general nuestra primera reacción frente a la idea del mentir es patear la pelotita hacia otros lares.

Este inconsciente colectivo mentiroso, se expresa de mil maravillas en estos clichés de barrio: "ay, ¡¡pero qué barbaridá!!", o bien "¡cosa de no creer!". Clichés, por otra parte, que van generalmente acompañados de cara de consternación, estupefacción y... falsedad, es decir, más mentira.

Pero lo peor de este verbo es que ni bien se constituye el "yo miento", se teje una especie de magma devoradora en donde todo empieza a caer dentro de ese agujero negro. Digamos que está quién miente, y quien acepta ser mentido. Y en esta relación bien dialéctica nace LA mentira.

Por más que deseemos ser esos seres tan pensantes, sinceros y honestos... acá tenemos a Maconda en sesión con su psicóloga:



Maconda: me quedé sin cigarrillos, ¿no me convidás uno?

Psicóloga: sí, como no. Tomá (alcanza un atado de cigarrillos a Maconda)

M: (observando que dentro del atado quedan sólo dos cigarrillos) Pero no te queda casi ninguno...

P: nono, tengo más, no te hagas problema,

M: mmm, ¿tenés más? ¿seguro?

Psicóloga: ¿vos pensás que yo te miento?

sábado, 10 de julio de 2010

Sobre el amor a los maestros... y el amor a los alumnos


Tengo una alumnita de piano. Se llama Agustina y comenzó su camino en la música a la misma edad en la que lo hice yo: a los 8. Soy su primera profesora. Y ella es mi primera alumnita.

Fue en nuestro primer encuentro, el año pasado: estábamos las dos ansiosas. Al abrir la tapa del piano, sus ojos enormes se agrandaron y, sin pedir permiso, colocó sus manitos sobre el teclado. Lo hizo con una naturalidad tan enorme que ahí la que agrandó su mirada fui yo.

Venimos viendo acordes tríadas. Hace un par de clases se me plantó firme y me pidió que le enseñara a COMPONER.

Le pasé a la mamá un cd interactivo para la pc con juegos musicales y los instrumentos de la orquesta. Al momento de entregárselo, tuve un flashback. Recordé que, a mis 9 años, ese cd me hizo conocer al "Señor Fagot", y sorprenderme al saber que ningún instrumento melódico abarca el rango del piano.

Su entusiasmo, su capacidad de asombro todavía intacta, su amor por el arte y por sus maestros... todo esto me hizo recuperar muchas cosas que habían caído archivadas en algún baúl.

Gracias a ella recuerdo cada miércoles por qué elegí amar la música.

Agustina aprende de mí. Pero yo aprendo más aún de ella.